Domingo de carnaval en Mecerreyes

En nuestro país existen muchas tradiciones desde tiempos inmemorables. Recientemente, y de manera casual, hemos descubierto una de la que ni siquiera habíamos oído hablar, el gallo de carnaval. Se celebra el domingo de carnaval en Mecerreyes, un pequeño pueblo situado a 35 km de la capital burgalesa.

Como muchos carnavales tradicionales, el de esta localidad se perdió en los años treinta durante la dictadura, pero fue recuperado en los años ochenta, momento en el que los vecinos de Mecerreyes retomaron la costumbre de rebuscar en baúles, despensas e incluso en bosques para recopilar elementos que les sirvieran para sus «carnavaladas», para poder crear «personajes inimaginables» un tanto siniestros.

Esta fiesta pagana comienza el domingo de carnaval a las 9:00 h. de la mañana, con la petición de aguinaldos, por todas las casas del pueblo. Acto que decidimos dejárselo a los más madrugadores.

A las 13:00 h., coincidiendo con la salida de misa, comienzan las carnavaladas o zarramacadas. Numerosos personajes extraños empiezan a aparecer por el pueblo. Cuerdas, huesos, pieles, corcho, chapas, latas, gallaritas, cardos… cualquier cosa sirve para confeccionar estos disfraces tan extravagantes que dejan atónitos y boquiabiertos a los espectadores.

Los «zarramacos» comienzas sus particulares persecuciones provocando a la gente, pasando vísceras cerca de la cara, azotándoles con las cuerdas que forman parte de su vestimenta, pinchándola con un manojo de cardos… eso sí, siempre de forma sana y divertida.

Ni los coche que pasan por Mecerreyes se libran de una buena dosis de zarramacadas. Sus conductores en alguna ocasión se tienen que armar de paciencia hasta que los zarramacos les dejan ir. Tanto conductores como viandantes se lo toman con humor.

Os dejamos un pequeño vídeo de cómo vivimos las zarramacadas:

A las 17:00 h. se produce la «corrida del gallo» donde aparecen los zarramacos, los «defensores» del gallo. Estos personajes van vestidos con pieles, cencerros, la cara pintada y una estaca o tarrañuela en la mano. Una vez preparados el gallo vivo y el gallo de trapo (este se usa en la corrida para que el de verdad no sufra ningún daño) colocados en la rueca y adornados con un mantón, el zarramaco, acompañado de alguaciles y mozo mayor, al ritmo de las dulzainas, se dirige hasta la casa del Rey para hacerle entrega del gallo. Desde allí se dirige toda la comitiva hasta el Ayuntamiento, los danzantes se incorporan y el coro comienza a cantar las coplas. Entre copla y copla suena la música de dulzaina y es en ese momento cuando se puede entrar a por el gallo; si el que entra, consigue hacer un recorrido y devolver el gallo al «Rey», recibirá los aplausos del público, si por el contrario recibe un garrotazo o tarrañuelazo, deberá devolver el gallo al «zarramaco». Antiguamente los zarramacos se tomaban su trabajo «muy en serio» y se llegaron a producir lesiones por los golpes con las tarrañuelas a los jóvenes que intentaban hacerse con el gallo.

Y bien dice la copla:

Una vez finalizada la «corrida del gallo», público y participantes se dirigen a la plaza, donde se realiza la subasta de la cresta del gallo, que aunque la subasta reciba este nombre, no sólo es esta parte del gallo la que se gana en suerte, sino el gato entero.

Y con el baile de la rueda y la degustación de dulces típicos de carnaval; orejas de haba, guirlache y naranjas con azúcar la fiesta llega a su fin.